Los antiguos griegos (sí, otra vez comienzo así, hay tantas cosas que tienen su origen en ellos...) usaban la dialéctica con el fin de llegar a la verdad última de las cosas. Platón aseguraba que era la ciencia más difícil de todas, él la empleaba a través de diálogos entre personajes (reales o de ficción) que proponían diferentes puntos de vista con el fin de adquirir una visión más profunda de la realidad refutando ideas erróneas. Anteriormente, Sócrates usó la dialéctica a modo de interrogatorio, hacía preguntas a su interlocutor cada vez más comprometidas hasta que éste se declaraba ignorante al darse cuenta de sus contradicciones. En fin, la dialéctica griega era, a la vez, un método científico y un arte.
28 de agosto de 1963, Washington DC, frente al Capitolio de Estados Unidos, 250 000 personas se reúnen para terminar con la segregación racial y obtener derechos civiles más justos. Martin Luther King sube al estrado y dice:
"... Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".
Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales".
Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.
Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.
Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.
¡Hoy tengo un sueño!..."
26 de junio de 1963, Berlín occidental, dos años después de que los comunistas levantaran el muro que separó Europa durante décadas, John F. Kennedy habla ante el 83% de la población berlinesa desde un balcón:
"Dos mil años hace que se hiciera alarde de que se era “Civis Romanus sum”. Hoy en el mundo de la libertad se hace alarde de que “Ich bin ein Berliner”.Hay mucha gente en el mundo que realmente no comprende o dice que no lo comprende cuál es la gran diferencia entre el mundo libre y el mundo comunista. Decidles que vengan a Berlín.
Hay algunos que dicen que el comunismo es el movimiento del futuro. Decidles que vengan a Berlín.
Hay algunos que dicen en Europa y en otras partes “nosotros podemos trabajar con los comunistas”. Decidles que vengan a Berlín.
Y hay algunos pocos que dicen que es verdad que el comunismo es un sistema diabólico pero que permite un progreso económico. Decidles que vengan a Berlín.
La libertad tiene muchas dificultades y la democracia no es perfecta. Pero nosotros no tenernos que poner un muro para mantener a nuestro pueblo, para prevenir que ellos nos dejen. Quiero decir en nombre de mis ciudadanos que viven a muchas millas de distancia en el otro lado del Atlántico, que a pesar de esta distancia de vosotros, ellos están orgullosos de lo que han hecho por vosotros, desde una distancia en la historia en los últimos 18 años. [...] Todos los hombres libres, dondequiera que ellos vivan, son ciudadanos de Berlín. Y por lo tanto, como hombres libres, yo con orgullo digo estas palabras “Ich bin ein Berliner”."
13 de mayo de 1940, tras unos inicios irregulares de Gran Bretaña en la II Guerra Mundial, el rey propone a Winston Churchill como Primer Ministro y en su toma de posesión, ante la Cámara de los Comunes, expone:
"Yo diría a la Cámara, como dije a todos los que se han incorporado a este Gobierno: «No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor».
Tenemos ante nosotros una prueba de la más penosa naturaleza. Tenemos ante nosotros muchos, muchos, largos meses de combate y sufrimiento. Me preguntáis:
¿Cuál es nuestra política?. Os lo diré: Hacer la guerra por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios nos pueda dar; hacer la guerra contra una tiranía monstruosa, nunca superada en el oscuro y lamentable catálogo de crímenes humanos. Esta es nuestra política.
Me preguntáis; ¿Cuál es nuestra aspiración?. Puedo responder con una palabra:
Victoria, victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y duro que pueda ser su camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia. Tened esto por cierto; no habrá supervivencia para todo aquello que el Imperio Británico ha defendido, no habrá supervivencia para el estímulo y el impulso de todas las generaciones, para que la humanidad avance hacia su objetivo. Pero yo asumo mi tarea con ánimo y esperanza.
Estoy seguro de que no se tolerará que nuestra causa se malogre en medio de los hombres. En este tiempo me siento autorizado para reclamar la ayuda de todas las personas y decir: «Venid, pues, y vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas."
10 de mayo de 1994, tras décadas de apartheid en Sudáfrica, Nelson Mandela gana las primeras elecciones multirraciales y, en su discurso de investidura, dice:
"Ha llegado el momento de curar las heridas. El momento de salvar los abismos que nos dividen. Nos ha llegado el momento de construir. Al fin hemos logrado la emancipación política. Nos comprometemos a liberar a todo nuestro pueblo del persistente cautiverio de la pobreza, las privaciones, el sufrimiento, la discriminación de género así como de cualquier otra clase. Hemos logrado dar los últimos pasos hacia la libertad en relativas condiciones de paz. Nos comprometemos a construir una paz completa, justa y perdurable. Hemos triunfado en nuestro intento de implantar esperanza en el seno de millones de los nuestros. Contraemos el compromiso de construir una sociedad en la que todos los sudafricanos, tanto negros como blancos, puedan caminar con la cabeza alta, sin ningún miedo en el corazón, seguros de contar con el derecho inalienable a la dignidad humana: una nación irisada, en paz consigo misma y con el mundo."
Mi "juego" dialéctico de hoy, mi propósito, consistía en exponer a continuación ciertos ejemplos del nivel dialéctico de nuestros políticos; Frías hablando del ayuntamiento de Segovia, Rajoy pidiendo que el Gobierno hable "a calzón quitado", etc. Pero simplemente escribir esos ejemplos debajo de las líneas superiores, es decir, comparar la dialéctica de Rajoy con la de Martin Luther King o la de Zapatero con la de J.F. Kennedy es un ejercicio que me asquea. Me avergüenza el nivel de nuestra clase política.